ESPAÑA DIVIDIDA
Desde
la modélica Transición española que permitió cerrar las heridas y frenar el
rencor del que quedaban los rescoldos en muchos de los que perdieron la guerra,
nunca habíamos vivido en España una situación como la actual en la que volvemos
a desenterrar la llamada Memoria Histórica,
partidista y falaz como toda aquello que sólo contempla una parte de la
realidad, y desde el ángulo que más convenga a quien quiere rescatarla para
señalar, con dedo acusador, al contrario, al que, hasta hace pocos meses o años,
era un compatriota y no un enemigo.
Desde
el asalto al poder protagonizado por el PSOE y ayudado por los partidos
nacionalistas y Podemos (con esos aliados es fácil suponer qué concesiones
tendrá que hacer el Gobierno para seguir recibiendo su apoyo) que le permitió
al PSOE ganar la moción de censura, España se encuentra dividida de
una forma tan evidente y peligrosa como no había estado nunca en esta democracia
que nos ha permitido vivir a los españoles, desde 1977, en paz. Además, sin tener que volver la cabeza atrás para
recordar o acusarse, una a otra, ambas mitades de los españoles, por los horrores
de aquella guerra. fratricida que perdió el bando republicano y ganó el bando
que se alzó contra los crímenes, la arbitrariedad, la ilegalidad manifiesta,
los desórdenes y el caos que dominaban en España, en aquel lejano 1936, pero
que para muchos está presente con el rencor que queda en el recuerdo de los
vencidos.
Ahora
esa Memoria Histórica, falaz, parcial y partidista, que es todo menos memoria
real de la historia sangrienta que vivió España en los tres años que duró la
contienda, se quiere personificar y tomar visos de realidad en el pretendido
traslado de los restos del General Franco a un destino ignoto que aún tienen
que decidir los herederos.
El
hecho de querer sacar los restos de Franco del Valle de los Caídos no es más que la
disculpa para iniciar así el desmantelamiento de todo el recuerdo de esa parte
de la Historia de España que no debió existir nunca, pero que está ahí, inscrita
en la memoria particular de cada ciudadano, aunque no la haya vivido nada más
que por el recuerdo de sus mayores, y en la memoria colectiva del pueblo
español. No es solo el cadáver de Franco lo que se quiere cambiar de lugar, es
también la memoria histórica de los hechos la que se quiere cambiar para
convertirlos así en la Mentira Histórica que se quedará como verdad inamovible
por decreto de quienes creen que la Historia les pertenece y pueden hacer con
ella lo que quieran para amoldarla a sus intereses. Ya decía Marcelino Menéndez Pelayo “Pueblo
que no sabe su historia es pueblo condenado irrevocablemente a la muerte”.
Hay
una verdad en toda esta Memoria Histórica que ha ofrecido Torra, al exigir al
Gobierno que se anulen los juicios franquistas. Es verdad que los republicanos
tuvieron un juicio y después recibieron una sentencia. Sin embargo, los
nacionales no pueden solicitar que se anulen los juicios a los que fueran
sometidos militares o civiles, porque esto nunca existieron. Se hacían las
famosas y siniestras “sacas”, preferentemente de noche. Estas consistían en ir a los
domicilios de personas que no tenían ninguna relación con la política, pero eran
considerados de derecha, y se les llevaba a las famosas checas o, lo más común, era que se las ajusticiara ante la tapia de un cementerio o se las dejaba
tiradas en cualquier zanja. Esos muertos, víctimas de la barbarie republicana, no
pudieron saber por qué se les condenaba a muerte, ni se puede pedir ahora que se anulen
dichas sentencias porque fueron asesinadas, sin posibilidad de defensa alguna,
por la simple voluntad de unos pistoleros desalmados. Esa es la gran diferencia
entre las víctimas del bando nacional y las del bando republicano. Esto forma
parte de esa Memoria Histórica que quieren ahora hacer resurgir quienes se
acuerdan de sus muertos enjuiciados y sentenciados, y olvidan a los del otro
bando que no tuvieron acusación, ni juicio, ni posible defensa,
Las izquierdas
no se conforman con quitar los nombres a calles, plazas, parques y demás
lugares públicos que llevan el de algún general, intelectual, aristócrata,
religioso, o cualquier persona que estuviera relacionado con el bando ganador
de la Guerra Civil, No es esa la actitud
generosa de los gobiernos de centro derecha, como han sido los del PP, que
siempre han respetado los nombres de los lugares públicos que se refieran a
personas relacionadas con el bando republicano, porque su sentido democrático
le ha hecho respetar a quienes tenían ideología contraria, en una actitud muy
diferente a lo que tiene la izquierda cuando está en el poder, siempre en un
continuo revanchismo antidemocrático.
Ahora
los partidos como el PP y Ciudadanos dicen que no van a votar en contra de que
los restos de Franco sean exhumados de su tumba en el Valle de los Caídos; y no
ponen objeción para que no se les ataque llamándoles fascistas o franquistas nostálgicos.
Este va a ser un gran error por parte de estos dos
partidos que deben ser los primeros en exigir que se respete el lugar donde
están enterrados los restos de Franco, como también deben exigir el respeto a
la Constitución a la figura del Rey, a la bandera española, a los signos
nacionales, y no seguir con esta permisividad al considerar que la libertad de
expresión lo debe permitir todo, cosa que nunca hace la izquierda que ataca a
los personajes y símbolos contrarios y
pide absoluto respeto a los propios, apropiándose así de esa cacareada “libertad
de expresión” que niega a quienes no piensan igual.
La
división de España entre los de derecha e izquierdas ha ido aumentando a medida
que empezaron a bajar la guardia los partidos demócratas ante quienes
insultaban, amenazaban, hacían escrache, vejaban o ridiculizaban a todo aquello
que no fuera propio del ideario marxista y/o separatista.
A esto
se suma el problema de Cataluña, en la que un gobierno fascista intenta imponer
su idea totalitaria sobre la pretendida República independiente catalana, amenazando
a todos aquellos que no piensen igual, sean a no catalanes, cuando no
insultando a los que no lo son, con un talante xenófobo y enemigo de todo lo
español, lleno de ira y violencia. Esto se ha permitido durante muchos años por
los diversos Gobiernos, al igual que la educación politizada en algunas
comunidades, como son Cataluña y Euskadi, que ha creado una generación de
catalanes (y vascos) a los que la palabra España le sueña a enemigo opresor,
que roba a Cataluña (y a Euskadi).
España
necesita un partido que una de nuevo a las dos mitades, si no en el convencimiento
de una misma ideología política, lo que no es posible, pero sí en la
conveniencia de que es necesaria la convivencia pacífica, en el respeto a las
diferencias lingüísticas, culturales y sociales, y en la aceptación del tronco
común que es España de la que todas las regiones (ahora llamadas Comunidades) son ramas independientes, pero unidas por las
mismas raíces, porque ser español no exime, ni niega, del hecho de ser catalán,
vasco o andaluz.
Esta es una labor conjunta de los diversos partidos constitucionalistas que necesita
España, empezando por cambiar la estrategia de la enseñanza en las diversas CC.AA. Para ello, será necesario quitar las transferencias correspondientes a las
CC.AA., y volviendo a hacer que los símbolos nacionales, la historia común
vuelva a ser contada sin mentiras ni condicionamientos ideológicos. Con esto se
podría conseguir que, a pesar de las diferencias políticas que son inevitables,
España vuelva a ser un país plural en historia (cada Comunidad tiene la suya
propia desde siglos atrás, y otra común con el resto), cultura, arte, lenguas y
paisajes, pero todos los españoles puedan estar unidos en el deseo común de seguir disfrutando
de este hermoso país, con una rica cultura ecléctica, con un legado artístico y
cultural inigualable y con un pasado que nos habla de grandezas, gestas heroicas
e historia común.
Si se
deja que se trasladen los restos de Franco, mañana se quitarán las banderas
nacionales de los organismos públicos, los bustos del Rey, la institución de la
Corona y todo lo que significa nuestra tradición y nuestra historia. Solo quedará
de lo que ha sido España, un recuerdo vago en los libros, escritos por lo que
habrán demolido nuestra historia, la verdadera y no la falseada, y dirán que España
nunca existió de verdad y fue una invención de Franco y sus secuaces y que la Transición
fue un cuento de la derecha que se le impuso a las izquierdas para seguir
dominando este país imaginario, después de morir el dictador.