CUESTA ARRIBA
El lendakari Iñigo Urkullu y Artur Mas |
España está empezando
tímidamente a salir de la crisis, a pesar de los más de seis millones de
parados que siguen actualmente en busca de empleo. Sin embargo, a pesar de la
terrible realidad que esa cifra representa, se empiezan a vislumbrar el freno a
la caída hacía el abismo al que estábamos abocados, para comenzar a caminar
cuesta arriba por una pendiente muy inclinada y resbaladiza; pero que puede
librarnos de la hasta ahora imparable caída a la bancarrota total como país, si
hablamos colectivamente; y como ciudadanos singulares, individualmente.
A pesar del catastrofismo impenitente de Rubalcaba que
seguía dando lecciones de buen gobierno a Rajoy y su equipo, en un alarde de
cinismo y de desmemoria, porque parece habérsele olvidado cómo dejo
económicamente a España él y su desgobierno, negando las terribles evidencias
que los hechos mostraban, ha aceptado la evidencia de las buenas expectativas
económicas que el último trimestre ha dejado, especialmente, por tres factores:
el incremento espectacular del turismo, la bajada de la prima de riesgo y el
aumento de las exportaciones, aunque matizó que ahora "tenemos más impuestos, más deuda y menos
empleos", lo que demuestra que su desmemoria está a la par que su
cinismo, sobre todo si se contempla la situación actual con la que dejó a su
marcha del Gobierno.
A esta leve situación de mejoría que ya reconoce el Banco
Central Europeo y las buenas expectativas que anuncia para atajar los graves
problemas del país como son: el paro y la crisis económica que es causante del
primero, se contrapone el clima de crispación política e inseguridad que
plantean las continuas reivindicaciones separatistas de catalanes y vascos.
El gobierno acepta dialogar sobre "la tercera
vía" que propone Mas, aunque afirma Rajoy que no entiende bien en qué
consiste dicha vía, pero recuerda constantemente a Mas que sólo aceptará
negociar dentro de la Constitución, lo que acota el terreno, siempre
resbaladizo, de todo nacionalismo separatista y sus muchas y graves contradicciones
y chantajes.
Al tema catalán se une la escalada de violencia contra el
PP que protagonizan los miembros de Sortu, después de la operación realizada
contra la plataforma de apoyo a los presos de ETa "Herrira", el
pasado 30 de septiembre, que les ha llevado a precintar con carteles de los
presos de ETA el acceso a la sede de los populares de San Sebastián, el pasado
viernes. Actos que en vez de ser combatidos y repudiados desde el Gobierno vasco, ha sido respondido por el
lendakari, Iñigo Urkullu, al contestar a una pregunta de un miembro de HB Sortu
sobre dicho tema en el Parlamento de Vitoria, de una forma que sólo añade más
leña al fuego de una hoguera que ya está demasiado virulenta, al afirmar que
dicha operación contra "Herrira" "es un «obstáculo» porque «no
contribuye a allanar el camino a la paz", aunque añadió que los radicales no caigan en
las provocaciones que suponen las detenciones del pasado lunes 30 de septiembre
y les instó a que exijan de inmediato el desarme de ETA, además de que hagan un
juicio crítico de su pasado. En una palabra, un doble lenguaje con el que
quiere contentar a todos, pero seguir siendo, por una parte, demócrata y, por
la otra, un lendakari vasco con aspiraciones secesionista que se apunta al
Estado democrático al que dice representar y, al mismo tiempo, afirma que las
detenciones de la policía a miembros afines a ETA son las que dificultan el
camino de la paz, en otro alarde de cinismo que se suma ya a los muchos que se
producen todos los días por parte de la oposición y de sus aliados. Si existe
corrupción del lenguaje en esta sociedad, tanto Mas como Urkullo representan a
la perfección ese fenómeno que se basa en la disociación que existe entre una
idea y la expresión de la misma.
Si por esto fuera poco, S.M. el Rey
se recupera de la enésima operación de cadera para ponerle un implante
provisional a la espera del definitivo, mientras la Familia Real ha bajado
puntos de forma alarmante en la opinión pública, por culpa de los
"adosados", es decir, Urdangarin y sus chanchullos, que han cubierto
de sospechas y dudas sobre el buen hacer de la Infanta Cristina, quien por
serlo, precisamente, ahora es objeto de
acusaciones infamantes por el hecho de ser una esposa que confiaba ciegamente en quien no lo merecía y ha manchado la digna
conducta de los Monarcas y de las Infantas que se ven perjudicados por quien
nunca debió entrar a formar parte de la Familia Real.
Ya se oyen voces que solicitan la
abdicación del Monarca en su hijo, el Príncipe de Asturias, como si una
operación de cadera impidiera seguir siendo Rey a quien ha demostrado serlo
para todos los españoles, con dignidad, sentido de la responsabilidad y lealtad
a España en los difíciles tiempos de la transición democrática y la no menos
difícil España "democrátizada" de las últimas décadas, con sus
vaivenes políticos y sus bonanzas y crisis económicas, con la época de las
vacas gordas que ahora se han convertido en flacas para todos, incluso para los
que hincharon la burbuja económica que les ha reventado en las narices, dejando
al país en cuero y tiritando de frío y
miedo por el futuro negro que nos espera si no se le pone remedio.
La vuelta a la vida normal después
de las vacaciones comienza llena de dudas e interrogantes entre el guirigay político, la crisis
económica, la deslealtad constitucional de muchos políticos que defendieron la
Constitución en un momento dado y, ahora, quieren saltársela para conseguir sus
fines separatistas o partidistas, mientras los
españoles siguen luchando para llegar a fin de mes o encontrar trabajo,
aún más difícil; y las empresas hacen equilibrios para poder seguir con la
actividad y adaptarse al cambio de la legislación laboral, de la bajada en el
consumo. Mientras, la oposición sigue cambiando de rumbo, según el momento y la
ocasión, defendiendo por una parte "el derecho a decidir" de los
nacionalistas y, por otra, manifestando su respeto a la Constitución, pero sin
dejar por ello de seguir crispando la opinión pública, anunciando su apoyo a
continuas manifestaciones, protestas, algaradas, huelgas y demás prácticas,
supuestamente democráticas, que sólo consiguen llenar la ciudad de
desperdicios, impiden la vida normal ciudadana, causan pérdidas a empresas y
trabajadores, y hacen que la convivencia ciudadana sea cada vez más caótica, difícil, insegura y crispada para todos.
A los países, como a las empresas, se les saca
adelante trabajando más, siendo más competitivos con el resto del mundo y
teniendo las ideas claras en cuanto a la propia responsabilidad en esta crisis que es debida al mal hacer de los
políticos, de los empresarios, de los trabajadores y de todos los ciudadanos,
sin excepción. El mal no es sólo culpa de unos, sino de todos los factores que
intervienen en una sociedad y a todos nos compete arrimar el hombro, hacer un
esfuerzo de responsabilidad, trabajar más y mejor y quejarnos menos.
Naturalmente, esto no es
"políticamente correcto" decirlo, porque los trabajadores,
pensionistas, parados y ciudadanos en general ya se han/nos hemos apretado
tanto el cinturón como para no aguantar que nos exijan más esfuerzos los
políticos que no renuncian a sus prebendas. Sin embargo, las empresas sólo
pueden crear puestos de trabajo cuando pueden competir en igualdad de
condiciones con las competidoras, extranjeras o nacionales, y para ello los
conflictos, huelgas, algaradas y follones son lo que menos conviene para sanear
las cuentas, para poder seguir hacia adelante con la actividad y para continuar,
si no creando empleo, por lo menos no destruyendo más puestos de trabajo.
Esto recuerda el caso del cirujano
que le decía al enfermo que tenía una
pierna gangrenada que tenía que cortársela, y el paciente le preguntaba con un
hilito de esperanza si esa solución era completamente necesaria, a lo que le
respondió el cirujano de forma irónicamente convencido: "No, si lo que
desea es ser enterrado con ella".
Los problemas económicos tienen
siempre una solución que es la más difícil, desagradable y esforzada: trabajar
más y aguantar el chaparrón hasta que escampe. No hay huelga, ni manifestación,
ni protesta que pueda hacer que una empresa deficitaria pueda seguir adelante,
y lo único que consigue es "enterrarla" antes, por no aceptar que, para no perder los
supuestos derechos sobre el papel que tienen sus trabajadores, la empresa, sus
directivos, los trabajadores, los socios capitalistas y los derechos laborales se vayan al garete sin solución y
más deprisa, como el enfermo gangrenoso se iría a la tumba por no aceptar
quedarse sin una pierna.
Por eso, el otoño comienza con una cuesta larga y difícil, muy
difícil y empinada, pero para poder
remontarla hace falta que todos empujen en la misma dirección y no cada uno en
sentido contrario. Eso es lo que están haciendo algunos partidos, muchos políticos
y bastante ciudadanos que, bien intencionados y mal informados, creen que la
culpa siempre la tienen los demás, los otros, sin darse cuenta de que esos
"otros" somos todos para los demás, por lo que la culpa sin rostro se
diluye sin que nadie acepte, aceptemos, la responsabilidad propia.
Empecemos a cumplir con las propias
obligaciones sin más dilaciones y sin más excusas, para poder subir cuesta
arriba y no caer, de nuevo, en el peligro de volver a bajar velozmente cuesta
abajo hacia el abismo que sigue, inexorablemente, al final de toda caída de una
cuesta escarpada y llena de peligros.