EL ACOSO A LAS FUERZAS DE SEGURIDAD DEL ESTADO
Desde un tiempo a esta parte y,
especialmente desde que ganó las elecciones generales el PP, se ha recrudecido
el acoso sistemático y generalizado, en algunos medios de comunicación, contra
las Fuerzas de Seguridad del Estado, especialmente la Guardia Civil y la Policía
Nacional y, en mucha menor medida, contra las policías autonómicas vasca y
catalana, por cualquier hecho acaecido en el que hayan tenido que participar
dichos cuerpos policiales, haciendo uso de las atribuciones que les concede la ley, en defensa de los derechos de los ciudadanos que, en demasiadas ocasiones,
se vuelven en contra de la actuación policial, sea por exceso o por defecto,
por el supuesto uso excesivo de fuerza o, por el contrario, por no haber sido
más contundentes los policías o guardias civiles en detener a quienes vulneran la legalidad que han sido cogidos in fraganti, o bien, después de una ardua
investigación de semanas o meses tras las pesquisas de los delincuentes.
En la más reciente y triste
actualidad, han sido los guardias civiles los que han recibido las críticas más
duras en todo tipo de medios, siempre de tendencias izquierdistas, por su
actuación en los tristes sucesos del 6 de febrero en los que perdieron la vida
15 subsaharianos, ahogados cuando intentaban llegar a Ceuta desde la frontera
con Marruecos. Les acusan de haber sido los causantes de dichas muertes por
haber disparado pelotas de goma contra los que estaban nadando para llegar a
Ceuta y no haberles dado la protección y amparo necesarios, convirtiendo así a
los guardias civiles que están en la frontera defendiendo la entrada a nuestro
país -y que se ven desbordados por la situación creada y la que puede haber en
un futuro cercano si entran los 30.000 subsaharianos que esperan en el monte
Gurugú-, en unos "ejecutores" desalmados de quienes estaban desprotegidos e
indefensos en medio de las aguas.
Naturalmente, el Ministerio del
Interior ha expuesto públicamente en su
web el vídeo de la actuación de la Guardia Civil en esos momentos y el titular
de dicho Ministerio ha tenido que salir en defensa de la actuación escrupulosa
de dichos agentes, indicando que, en ningún momento, ha habido una
actuación desproporcionada de los mismos agentes, ya que los 15 fallecidos murieron
ahogados en territorio marroquí -no hay
que olvidar que muchos de los que intentan llegar hasta aguas españolas no
saben nadar- zona donde la Guardia Civil no puede actuar, y sí procedieron a
rescatar a 23 subsaharianos que llegaron con vida a aguas españolas.
No hay que olvidar que el benemérito
cuerpo lleva ya haciendo incansablemente -a lo largo de todos los años en los
que se están produciendo verdaderas avalanchas de inmigrantes ilegales que
llegan en pateras y en condiciones terribles a las aguas españolas-, infinidad
de salvamentos de los náufragos, con peligro evidentes para sus propias vidas y
realizando una labor humanitaria que pueden confirmar muchos de los
supervivientes de tales tragedias, rescatándolos de las aguas, curándolos,
dándoles agua y víveres y transportándolos a tierra firme en suelo español, con
todo cuidado, atención y desvelo.
La "progresía de salón"
que tanto abunda en este país, aprovecha cualquier acto policial, en el que
hayan tenido que actuar conforme a lo que establecen las leyes, sus propios
estatutos y reglamentos, en defensa de la seguridad de los ciudadanos y de la
observancia de la ley -que es el bien que tienen encomendado y de obligado
cumplimiento para la policía y los guardias civiles-, para arremeter contra
dicha actuación, tiñéndola siempre de un cariz represor, abusivo y
desproporcionado, porque hay un constante deseo implícito en dichas acusaciones
de asimilar y convertir a las fuerzas policiales en fuerzas
represoras al servicio del Gobierno, especialmente si es de carácter
conservador y liberal como es el PP. Así se desprestigia al Gobierno y se
intenta convencer a la población que no le voten más. Lo que no se consigue con la fuerza de los votos, se intenta
lograr con el uso de la calumnia, la difamación y la mentira.
Así, la Policía y Guardia Civil se
tiñen de un cariz político, y sirven sus actuaciones policiales como arma
arrojadiza contra el Gobierno, poniendo siempre un acento de crítica o reproche
en si han actuado duramente, y en menor medida y en poquísimas ocasiones, si lo
han hecho con falta de rigor o contundencia, según sea el caso. Cuando agreden
a un político o periodista afín a la derecha, tal delito no existe, como
afirman los falsos "progres", incluso hay jueces que dicen que tales
actos delictivos son meras "expresiones de opinión"; pero cuando el
afectado por el escrache o insultos es afín a la izquierda, toda actuación
policial les resulta siempre poca, ya que son delitos que merecen todo el
castigo posible de la ley, según su juicio siempre "democrático".
Ante esta continua arbitrariedad en
el juicio y en la oportunidad de aprovechar hechos luctuosos como los ocurridos
el pasado día 6 y protagonizados por los desdichados que perdieron la vida en
aguas marroquíes, el ciudadano normal que nunca ha tenido como enemigos a los
policías -porque saben que están cumpliendo con una labor de vigilancia y
protección inestimable y poniendo en peligro sus propias vidas en defensa de la
ley y de la seguridad de todos los ciudadanos por un sueldo irrisorio para el
duro y peligroso trabajo que realizan-, sentimos vergüenza de ver a tanto
imbécil, muchas veces ignorantes de las leyes, y "revolucionarios de
pacotilla", que se ponen en contra siempre de quienes intentan evitar -sin
violencia y con las medidas adecuadas y no arbitrarias, la avalancha de quienes
quieren entrar a la desesperada en otro país con grave peligro para sus vidas-;
o a favor de los delincuentes, porque
son "los buenos de la película" ,sobre todo si son de su misma cuerda
política como los que hacían "escrache"
-es decir, acoso y difamación, en español, aunque ahora se ha puesto de moda de
usar esa palabra usada en Argentina y Uruguay, derivada del verbo
"escrachar" que significa golpear hasta derribar a una persona; y en
Uruguay hacer o decir algo que la perjudique ante la opinión pública, término que
han adoptado los que no saben hablar español-castellano aunque sean nacionales-,
y tildan de "fachas", "tiranos", "asesinos", y
lindezas semejantes a los servidores de la ley.
Sin embargo, no dudan en llamarlos y reclamar su protección
cuando se ven atacados en sus casas,
negocios, o en mitad de la calle por los "inocentes" navajeros,
atracadores, ladrones, carteristas, asaltantes de domicilios, etc.,, porque
entonces sí que reclaman la presencia y el auxilio policial y que los agentes detengan a los culpables de los
delitos que han sufrido como víctimas para que la ley caiga sobre los delincuentes
con todo su peso y sin ningún tipo de consideración, Entonces, los
policías son "los buenos", y los delincuentes, "los malos";
pero sólo en esas ocasiones en los que se ven en peligro ante quienes saben
cómo demostrarles quienes son los que,
de verdad, llevan la voz cantante y los que mandan, y se saltan todas las leyes,
la seguridad y el derecho a la integridad de sus víctimas. Es decir, todas esas
cuestiones que la ley defiende y que los "progres de salón"
desprecian tanto y las consideran
propias de "fachas" -contradicción lógica con su cacareada condición
de "demócratas", pues quien lo es realmente defiende el imperio de la Ley de
cualquier Estado de Derecho en el que aspira a vivir-, desprecio que sienten, menos
cuando tienen la navaja pinchándoles la tripa o la escopeta de cañones
recortados apuntándoles a la cabeza, porque es entonces cuando piensan que los
policías son realmente buenos chicos y guardianes de la ley y los delincuentes
son, por fin, lo que son: esa clase de gente que, si no hay quien les haga
frente con la profesionalidad y los conocimientos adecuados, se comen a los
falsos "progres" y a sus respectivas y respetables madres, con patatas,
sin importarles un pimiento si votan al PP, al PSOE o votan en blanco, porque
lo único que los hace iguales a todos los ciudadanos es la ley, sobre todo
cuando es un policía o un guardia civil el que se juega la vida para defender
la vida, los bienes, la integridad moral y física, incluso de quienes lo
desprecian por ser un representante del
Estado y que, sin embargo, lucha por defender la ley y la seguridad
del supuesto "demócrata", esa
ley a la que tantos ascos hacen los progresistas "cantamañanas" que sólo se
acuerdan de Santa Bárbara cuando truena, especialmente si los rayos les pueden
caer sobre sus huecas cabezas llenas de pajaritos que cantan la Internacional
socialista hasta que empiezan a oír los truenos demasiado cerca.