PAPEL MOJADO
En
España no existe mayor transfuguismo político que en otros países, aunque las
recientes elecciones andaluzas han
puesto de manifiesto que este fenómeno ha aumentado considerablemente
después de conocer los resultados.
Así, adscritos
al partido de UpyD se pasan a Ciudadanos al ver los buenos resultados que han
obtenido en dichas elecciones y que anticipan lo que sucederá en las generales.
El PSOE
gana las elecciones andaluzas con 47 escaños (verlo para creerlo, después del
escándalo de los ERE y la causa abierta por dicho motivo en el que están
implicados muchos políticos de esa formación).El PP pierde votos en Andalucía
-en total pierde 17 escaños con relación a 2012- y se queda con 33 escaños, lo
que achaca al abstencionismo. Ciudadanos consigue 9 escaños y ha ganado más de
240.000 votos; Podemos consigue 15
escaños y no gana ni pierde porque no existía como tal formación en 2012. UPyD
se queda con 0 escaños, pero pierde más de de 50.000 votos que todo parece
indicar que han ido a Ciudadanos.
Todos
estos resultados hace que quienes estaban en una formación política que ha
perdido votos, como es el caso de UPyD, de pronto se sientan afines al ideario
del partido que ha aumentado su porcentaje de votantes, en esta ocasión Ciudadanos,
y, por tanto, creen que pueden conseguir en la nueva formación política una
mayor posibilidad de alcanzar una cierta parcela de poder que con el anterior grupo
político les estaría vedado por quedarse estancado.. En definitiva, el conseguir ser el amo del
cortijo, más o menos pequeño, es lo que buscan quienes se dedican a la política
activa, no tanto por un afán de servicio público, sino por un deseo de alcanzar
un cierto grado de poder que le sirva a sus propios intereses.
Así se
produce esta especie de "cambio de chaqueta" entre los tránsfugas de
los partidos perdedores hacia los ganadores, aduciendo que la ideología es la
misma, salvo ciertos matices, pero que en último momento -siempre después de que se han sabido
los malos resultados obtenidos en las urnas por el grupo al que abandona-, han
surgido discrepancias irreductibles entre el tránsfuga de turno y su partido que
le obliga a marcharse de dicha formación para buscar nuevos aires y también
-aunque eso no lo dice-, quitarse de encima una formación política que en un
día le atrajo como proyecto viable y ahora se le ha convertido en una losa de
plomo que le aplasta y a sus
aspiraciones políticas que siempre tienen que estar unidas al logro de
sus ambiciones personales.
La
política aburre a muchos ciudadanos y, además, aburre mucho. Sobre todo cuando
el votante con buena fe apoya las consignas y proclamas del partido al que
desea votar, deposita su voto en las urnas y piensa que ha puesto su granito de
arena para que la maquinaria democrática pueda seguir funcionando, ya que es lo
único que el ciudadano puede hacer en un Estado de Derecho: ejercer su derecho
al voto y retirárselo al grupo votado cuando este no cumpla sus promesas o haga
todo lo contrario a lo que en su ideario proclamaba.
Por este
motivo, quien vota a una determinada formación política -su voto nunca está basado en el
vacío, en la abstracción pura y dura de
unos programas políticos en sí mismos, sino en quienes los encarnan, en la
simpatía, en el "carisma" de
quienes representan a dicho ideario y la capacidad de convencimiento que en sus
distintas manifestaciones públicas tienen sus representantes, ya sean tanto en
los medios de comunicación como en sus apariciones personales en público-,
confía en que quienes representan ese ideario político estén tan convencido de
lo que pregonan como el votante lo está de su intención de votar a ese partido
político.
Y digo
que la política aburre al ciudadano porque, cuando de las filas del partido al
que ha votado empiezan a emigrar algunos o muchos de sus miembros -como las
aves en invierno emigran en busca de climas más cálidos-, y pasan a otro
partido al que nunca pensó en votar el ciudadano en cuestión, éste se queda
atónito, pensando que los tránsfugas de su partido nunca han hecho causa común
con las ideas del partido al que se apuntan ahora, en una especie de
transformismo político que desconcierta, aturde y, termina aburriendo al
votante que confió en unos ideales y en quien los representaba y se encuentra,
después, con que aquellos ya no le sirven a estos últimos o no les convencen,
por lo que piensa "Si ya no creen en su programa quienes me convencieron
para que les votara, tampoco me sirve a mí. La próxima vez voto en blanco,
porque, al final, son todos iguales: una partida de mangantes".
Es
quizás esta la causa de que cada vez haya más abstencionismo en las diferentes
elecciones. El ciudadano se cansa, se irrita, se descorazona y pierde
completamente la fe en la política y en sus representantes, porque sus
continuos cambios de opinión en quienes la representan, cambios de partido, de
actuación y su repetida falta de congruencia, le lleva a pensar en abstenerse
en las siguientes elecciones, ya que intuye que, después de haber depositado su
voto por su talante demócrata y su deseo
de decidir por sí mismo y expresar su opinión a la hora de votar, se va a ver
de nuevo desengañado por el cambio en el programa político que hará quien
llegue al poder -si es el partido al que
votó-;o por el transfuguismo a otras formaciones políticas, cuando no por la
corruptela generalizada.
Todo ello le provoca la sensación anticipada
de derrota que siente el ciudadano que termina pensando que su voto vale tan
poco como las palabras de quienes le convencieron de estar defendiendo una
verdad incuestionable. Esa verdad tendrá la misma fecha de caducidad que la de
su llegada al poder o su marcha a otra formación política. Y es esa fecha en la
que, por un motivo u otro, el ciudadano perderá su confianza en la política, en
los políticos y en la propia democracia, porque su papel como votante sólo ha
consistido en depositar un voto, un papel, que servirá para bien poco. Para lo
mismo de poco que han servido las proclamas en defensa de tal o cual ideario
político antes de las elecciones y que abandonan después sus adalides con total
facilidad, cuando ya no interesa defenderlo, como quien se cambia de chaqueta,
demostrando que el papel en el que está impreso dicho ideario o programa
político es papel mojado, al igual que en el que se deposita el voto del ciudadano
convencido y confiado lo es también.
Y eso a
todo ciudadano de buena voluntad, le irrita, le cansa y le aburre, le aburre mucho.